No Hay Condenación Para Los que Están en Cristo Jesús!

Cayó la ficha

Agradezco a Dios que finalmente acepté y entendí esta verdad a los 30 años de edad y no dos o tres décadas más tarde (o peor: nunca). Aún así, habría sido bueno entenderlo mucho antes, y es por eso quiero compartirlo.

Personalmente nunca fui de juzgar a los demás, y menos aún a otros creyentes. Esto se lo debo, al menos en parte, al ejemplo de mis padres. La crítica nunca tuvo parte en la mesa familiar.

Sin embargo, a principios de este año, sí juzgué; condené a un hermano en Cristo. Sí, fue celo, pero no conforme al conocimiento. He leído el versículo cientos de veces: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”. Sin embargo, me tomé el atrevimiento de razonar en mi mente: “Sí, pero…”

Romanos 8:1 es una verdad universal y he decidido que, de ahora en adelante, la voy a aceptar como tal: no existe el si, pero Claro que hay instrucciones bíblicas duras para tratar, por ejemplo, con un cristiano divisivo: no tener nada que ver con él (después de advertirle una primera y una segunda vez), pero nunca se nos da permiso para condenar a otros. Como seguidores de Cristo, no tenemos el derecho ni el deber de pronunciar juicio sobre nadie, y mucho menos sobre nuestros hermanos y hermanas.

El día que entendí esta verdad (hace pocos meses) fue el día en que me di cuenta de que yo no era mejor que nadie y, fundamentalmente, de que no había nada que pudiera hacer para arreglar de manera definitiva la naturaleza engañosa de mi corazón1. Como podrás imaginar, este fue probablemente el día más significativo de mi vida. Mi percepción de los demás cambió de la noche a la mañana, literalmente. Mi visión de mundo cambió, es decir que mi identidad cambió2. Ya no sentía repulsión por las debilidades o falencias de otros cristianos porque finalmente había aceptado los míos, y en ese sentido, no somos diferentes: pecadores redimidos, nada más.

A la mañana siguiente, todavía perplejo por lo sucedido, le pregunté a uno de los pastores de mi iglesia: “¿Cómo sé que tengo el Espíritu de Dios?” Y casi sin pensarlo, me respondió: “Es fácil: ¿amás a tus hermanos?”

Mi intento por cumplir la Ley

“Si ustedes permanecen en Mi palabra, verdaderamente son Mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.”

La obediencia siempre es buena, incluso si nos volvemos un poco presumidos de lo obedientes que somos (por eso la humildad se fomenta tanto a lo largo de toda la Biblia). Una cosa es obedecer, por ejemplo, al no juzgar a mi hermano, por obediencia, sin ver la lógica detrás del mandato. Otra cosa es vislumbrar desde la perspectiva de Dios (la perspectiva correcta) y entender que todos pecamos y quedamos destituidos de la gloria de Dios. Si mi hermano merece ser condenado, ciertamente yo también.

SEÑOR, si Tú tuvieras en cuenta las iniquidades, ¿Quién, oh Señor, podría permanecer? Pero en Ti hay perdón, para que seas temido.

Durante muchos años me he esforzado por amar a mis hermanos en Cristo y, en cierto modo, creo que lo hice bastante bien, o al menos comparado al promedio. Lo hacía sólo por una cuestión de deber; sin embargo, sin saberlo, estaba (y sigo estando) en camino a cumplir la ley: porque el que ama al prójimo ha cumplido la ley.

Pero nunca iba a ver a las personas como Dios las ve, ni empezar a sentir lo que Dios siente por ellas sin antes verme a mí mismo como Dios me ve. Esto merece una discusión aparte, pero el principio es sencillo:

  • Mientras tenía un concepto demasiado alto de mí (a pesar de las advertencias interminables en la Biblia y las señales que me rodeaban), miraba con desprecio a los demás (aunque los trataba como me gustaría que me trataran3); 
  • los breves períodos en los que tuve un concepto demasiado bajo de mí, debido a mis fallas que son muy reales, permitiendo que la culpa y la vergüenza me agobiaran4, percibí a los demás con una admiración desproporcionada (mis amigos cercanos y familia podrían atestiguar de esto).

Necesitaba acceptar la realidad sobre la verdadera naturaleza de mi corazón que, para mí, la mejor descripción se encuentra en la segunda mitad de Romanos 75. Entender lo que Pablo realmente quiso decir acá (especialmente la forma desconcertante en que termina el capítulo) debería resguardarnos contra la idea de que la gracia es solo una parte teórica y abstracta de nuestra teología, o de pensar (como hice durante muchos años) que la gracia sólo era útil para explicar mi pasado (cómo llegué a donde estoy ahora) pero que no tiene relevancia o aplicación para mi presente o mi futuro.

La gracia debe ser una realidad tangible en nuestro día a día; de lo contrario no podemos caminar en verdadera humildad. Si, necesito el perdón de Dios por mis malas decisiones, pero necesito desesperadamente un salvador para salvarme de mí mismo!

¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte?

Ahora, visto con retrospectiva, puedo ver que Dios había estado intentando mostrarme realmente quién era yo  durante mucho tiempo, pero tercamente yo me negaba a verlo. Sí, cuando lo tenía delante de mis ojos, me daba cuenta de lo que había hecho, de cómo había fracasado, de lo lejos que había estado de alcanzar el ideal; pero no estaba dispuesto a aceptar que eso era lo que yo era, que había llegado a mis límites y que la gracia de Dios era suficiente. Estaba empecinado en arreglarme (habiendo sido salvado por gracia), pero en ningún momento se me ocurrió que tal vez estaría equivocado y que intentaba hacer lo imposible.

Dios me quiere usar a pesar de mí

Creo que haber juzgado fue el error (pecado) más grande que jamás he cometido. Lo digo no solo por cuánto Jesús y los apóstoles enfatizaron el no juzgar los unos a los otros, sino también porque el haber incumplido este mandato como seguidores de Cristo ha resultado que muchas veces trabajamos en directa oposición al clamor del mismo Jesús cuando ora que sean perfeccionados en unidad. Si hubiera permanecido en mi delirio, me habría convertido en otro creyente divisivo, y sin duda habría arrastrado a varios más conmigo6.

La buena noticia es que no hay condenación para aquellos que estamos en Cristo Jesús. CERO condenación – no porque no hagamos nada que merezca condenación, sino porque el Dios a quien servimos es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en misericordia; sus bondades son nuevas cada mañana, y grande es su fidelidad! La grandeza y gloria de Dios está en que al final la victoria es suya a pesar de que elige usar gente como vos y yo, con todas nuestras fallas (por supuesto que nos quiere moldear a la imagen de su Hijo en el interín). Así es cómo obra Dios, así es quién es Él, y es por eso que es digno de darle nuestra vida entera. 

Si, seguiré amando a mi prójimo (aunque imperfectamente) en obediencia a Dios; pero también voy a amar porque ahora que he sido perdonado mucho – una deuda que jamás podría pagar, y quisiera que otros también sepan cuánto han sido o pueden ser perdonados, no solo para que puedan disfrutar el don gratuito de una nueva vida en Cristo, sino para que también puedan ser personas que aman mucho.


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